Conecta con nosotros

Anécdotas de barrio

La grandeza

Publicado

en

Imagen tomada de Pexels.com©

Ahora está detenido el campeonato de fútbol de nuestra Liga Mx para darle paso al torneo molero de la Leagues Cup entre nuestros equipos y los de la MLS, y sí, ha iniciado muy al estilo de la Federación Mexicana, sin organización, sin calendarios adecuados, sin planeación básicamente, pero con la esperanza renacida en cada aficionado de ver a su club campeón y destronar al actual bicampeón, el Club América o de lo contrario se consumará el primer tricampeonato. Y más allá de la forma en que culminó la pasada final, bajo una polémica arbitral sobre esa jugada que vio involucrados a Reyes y Rotondi (si hubo penal o nuevamente le echaron “una manita” a los de Coapa), burlas y memes de todo tipo, la realidad es que el partido terminó con una victoria para el “equipo más grande de México”.

Y es justo esta última frase la que origina mi desacuerdo respecto al término “el más grande” dado que no hay un argumento sólido que lo fundamente de forma tajante y contundente como suelen emplearlo muchos de los fanáticos que, mercadológicamente hablando, es la mejor forma de vender el hecho de querer amar u odiar al actual campeón.

Antiamericanismo.

Si, soy uno más de esa generación que creció en aquella hermosa y bella casa llamada DeporTv, en la cual el emperador y jerarca, Joserra, creó el antiamericanismo como una opción de ver el fútbol. Por años me vi influenciado de esas guías porque en casa, mi padre, era un fiel seguidor del comentarista y viví rodeado de muchos que sentían repudio al América. Crecimos viendo los juegos y nos creímos e incluso llegamos a convencernos como ley de vida, que irle al América era malo porque eran ladrones, eran el sinónimo inequívoco de trampa, poder, dinero, tranza… básicamente un cáncer a decir los estatutos de nuestro guía televisivo.

Crecí con ese placer que podrían brindarme el resto de los equipos de la liga, no importaba si era Pumas, Correcaminos, Colibríes o La Piedad, el chiste era que cualquier equipo humillara y dejara al descubierto que este equipo “riquillo”, no era más que el resultado del poder del dinero que la televisora rival de mi Joserra pudiera pagar para ganar “costara lo que costara”.

Anuncio

Por años gocé y consideré el mejor gol de la liga, aquel que logra el Toluca vs América tras una combinación entre Vicente, “el chiquis” García, Sinha y Cardozo; me dolió muchísimo y llenó de impotencia aquella expulsión al “Fantasma Figueroa” una jornada previa a enfrentar al América cuando el árbitro le muestra la segunda tarjeta roja porque “iba caminando” rumbo a la banda ya que saldría de cambio y obviamente no jugaría y el chileno solía marcarle gol a los de nido; o cómo grité los goles del Morelia de Jafet Soto en aquella liguilla donde los Michoacanos le ganan de visita a las águilas y los eliminan cuando francamente eran los menos favoritos para hacer esa proeza en el Azteca. Sí, disfrutaba nubladamente esos momentos en los que el desfavorecido victimaba al “grande” del fútbol mexicano.

Era un antiamericanista declarado y orgulloso. Si América ganaba un partido o campeonato era porque simplemente hacían trampa, no había otro comentario, fundamento ni argumento; si perdían salía de mi boca el clásico y recurrente “no le pagaron al árbitro”. Si era un fanático mas que le hacía daño a este bello deporte, el mismo daño que podrían haberle hecho de ser ciertas y comprobables esas trampas y triquiñuelas que los de Coapa supuestamente hacían con tal de ganar. Yo era parte de ese mal debo admitirlo.

Reconocer es de sabios o eso dicen.

Pero uno crece y se forma su propio juicio. Descubrí poco a poco que el antiamericanismo solo era un concepto mercadológico para vender, había sido creado para levantar una televisora y básicamente, competir por el rating televisivo. Fui descubriendo que las guías que formé en mi cabecita tonta por años eran mentiras y me hizo ver, creer y aseverar que el América era el anticristo de esta película y habría que repudiarlo no importando que.

Para este tiempo los otros “equipos grandes” de la liga, a decir Pumas, Chivas y Cruz Azul, comenzaban una etapa en la que su presencia en las liguillas comenzó a ser irregular, de pronto comencé a darme cuenta de que equipos como Pachuca, Santos, Tigres, Monterrey, Toluca entre otros comenzaban a emerger y ofrecer diferentes propuestas a la liga. De pronto ese mandato charolastra de “ch%$#* a su madre el América” que el antiamericanismo nos tatuó, comenzaba a desaparecer.

Y casi sin darme cuenta ya estaba en un despertar que se volvió mi postura sobre este deporte, misma que trato de exponer sin fanatismo, sin tintes, sin colores ni nacionalidades, solo por el placer de poder compartir, platicar y polemizar. Es decir, ver este juego de la forma más imparcial posible. Retomar la simpleza y belleza de este juego.

Anuncio

Me propuse que al momento de exponer mis ideas futbolísticas, buenas o malas evitaría a toda costa dos cosas: no me convertiría en una copia mala del jerarca de los del Ajusco y sobre todo jamás caería tan bajo como aquel de San Ángel que por solo haber ganado un reallity televisivo y creer que eso le da derecho de buscar cegar a la gente predicando constantemente un americanismo ciego y mugir cual “Vaca” su pseudo conocimiento del fútbol caería en el otro lado de la moneda, no señor. A partir de ese momento sería lo más imparcial que pudiera y buscaría respetar en todo momento este bello juego.

Entendamos la grandeza.

Y es justamente desde esta imparcialidad que es que digo, perdónenme fanáticos americanistas, no creo que su equipo, ni cualquier otro, sea remotamente cercano a lo que pudiera llamarse “el más grande”. La grandeza como concepto en sí, se refiere a que “algo” es superior a otro igual en un mismo lugar o área. Es decir, comparar a dos entidades o en este caso, equipos de fútbol en una misma situación o área.

Ahora la grandeza es un sustantivo subjetivo y por ende está sometido a la libre interpretación de cada persona. Desde esa subjetividad, haré un ejercicio rápido del por qué creo que el América NO es el equipo más grande de México. Para eso tomaré 3 conceptos cuantificables, verosímiles y concretos respecto a la grandeza que pueda tener un equipo de fútbol, tales como: historia – año de fundación, dinero – plantilla (cuánto vale en el mercado por sus jugadores) y creo a título personal el más importante, número de aficionados.

Respecto a la grandeza histórica o quien tiene más años en el fútbol mexicano, rápidamente aparece el nombre de Pachuca que fue fundado en el año 1901 y mismo hecho que le hizo ganarse el sobre nombre de cuna del fútbol mexicano, por otro lado, el club América fue fundado 15 años después. Ahora, hablemos de la grandeza del valor de mercado total, y ahí habría que poner a Monterrey en primerísimo lugar, cuyo valor es de 95.08 millones mientras que nuestro equipo de Coapa es de 92.90 millones. Finalmente, si hablamos del número de aficionados que siguen y apoyan a un equipo son las Chivas el equipo con más afición y más amado del país, mientras que el América, queda en un segundo lugar. Cabe mencionar que estos datos fueron extraídos de diversas fuentes y encuestas de internet por lo que no es mi mera apreciación.

Anuncio

Por eso cuando leo o escucho a un recalcitrante zombi fanático decir que “su equipo es el más grande” de equis país, liga o torneo busco la forma de exponer mi punto y decirle -amigo, tal vez lo que tu quisiste decir fue que tu equipo es el que más títulos tiene y no el más grande- porque la grandeza de un equipo no es igual a más campeonatos o torneos ganados. Me parece que es una falta de respeto a los rivales, aficionados y al juego mismo mencionarlo.

¿Existe un “grande” en nuestra liga?

Desde el aspecto más romántico y hablando con los colores de mi equipo en el pecho quisiera decir que es el equipo cementero, pero he establecido que no existe tal cosa. Hoy en día estoy totalmente convencido de que todos los equipos son grandes a su manera y desde diferentes aspectos.

Hay equipos cuyos valores institucionales son guía en todo momento y por ende los comparto y respeto; hay otros cuyas instalaciones deportivas son envidiables y dignas de presumir; hay clubes añejos que por el transitar histórico que vivieron hasta el día de hoy es digno de contarse e imitar. Hay equipos a los que vale la pena aplaudirles el trabajo social que realizan fuera de las canchas, de otros admiro más el cómo es que brindan oportunidades reales a los jóvenes para que debuten y recientemente hay más clubes que generan muchas oportunidades para que las mujeres puedan desarrollarse en las diversas áreas que rodean este juego y vitoreo esta cuestión. Y así podríamos seguir, pero al final, todos tienen algún aspecto que los hace grandes y diferentes al resto.

Salta a la luz que evidentemente este término de “el más grande” fue acuñado como un medio de venta y marketing para echar a andar una maquinita de dinero con el “ódiame más” como eslogan publicitario y cuyas ganancias, efectivamente, son depositadas en las arcas de los de San Ángel. Y como mera estrategia para generar dinero, me pongo de pie y aplaudo porque funciona a la perfección. Ahora que esté de acuerdo con esto es otro tema que discutir en otro momento. La realidad amigos americanistas, es que su equipo es el que más puntos ha logrado en los últimos torneos, son los actuales bicampeones, son el rival al que todos desean ganarle y también es verdad que es el club de fútbol que más polémica levanta en nuestra liga, pero no son el equipo “más grande” de México. Les mintieron.

Anuncio

Y podremos estar o no en acuerdo con un millón de aspectos que giran en torno al club América, pero lo que no se puede aceptar en ningún momento es que se autodenominen de esta manera o alguno otro lo pretenda, no solo por lo señalado anteriormente, sino porque todos los equipos de nuestra liga tienen algo en común que los hace grandes y eso es su afición. Es gracias a ésta que un equipo de fútbol existe, tiene una identidad y sobre todo tiene una razón de ser. No son los títulos, ni las platillas caras, los jugadores o la publicidad lo que le da “grandeza” a un equipo.

La grandeza vive y crece en el niño que, con un sello del escudo de su equipo pintado en el rostro, ondea la bandera de su equipo con mucho orgullo; la grandeza trasciende en el joven que imita el festejo de gol de su ídolo en los llanos e imagina que el estadio vitorea su actuación; la grandeza es única y singular en el señor que le grita a la televisión y da indicaciones a sus jugadores semejando ser el D.T.; la grandeza es sabia y melancólica en el “don” quien con la playera retro de su equipo cuenta la historia del club de sus amores; la grandeza es desinteresada y leal en la novia que apoya al “otro amor” de su novio en estadio bajo los rayos del sol solo porque es importante para él; la grandeza es creativa y devota en la barra que dedica horas y gasta dinero que suele no tener en hacer sus tifos y que a través de sus cánticos demuestran el orgullo que sienten por ser hincha de ese equipo; la grandeza encuentra su pureza en ese momento en el que la madre viste a su bebé con un pañalero que tenga los colores del equipo del orgulloso padre; la grandeza encuentra su propio sonido y éxtasis es el grito de gol que sabe a campeón y que hace que dos desconocidos se abracen, griten y canten de felicidad solo porque los unen los mismos colores… eso y más es la grandeza de este bello deporte llamado fútbol.

Un juego tan simple y puro que se alimenta de las más profundas emociones de sus aficionados y quienes en sus sueños albergan la esperanza de que todo es posible. Un deporte que seguirá siendo mágico, apasionante y vivirá lleno de ilusión mientras haya un aficionado que no olvide que lo difícil del fútbol es jugarlo fácil, mantenerlo puro y no olvidar que es eso, solo un juego.

Es hora del intercambio de opiniones, ¡pero con fair play en todo momento… los leo!

Anécdotas de barrio

Super Bowl: Constructor de Memorias

Publicado

en

Imagen creada con ChatGPT©

Es tiempo de Super Bowl y ha llegado ese día que me emociona tanto como la navidad o los cumpleaños de mis seres queridos. Es ese “súper domingo” que cada que nos alcanza, mi corazón y emociones son invadidos por la nostalgia de lo que fue para mí, enamorarme de este día y de este deporte, por primera vez.

Viajemos en el Tiempo

Era el año de 1984 y en aquellos años mi familia y yo vivíamos en el norte del país. Era una época en la que vivir en un pueblo cuyo nombre el 80% de la población no tiene idea de donde es o a que estado pertenece, era sinónimo de calles de tierra, una sola avenida, tienda, iglesia, escuela pública y privada, un solo mercado… básicamente pueblos olvidados por Dios.

Uno de los aspectos negativos de vivir en un lugar así era la televisión. A ver, partamos que, por esos años, yo tenía escasos 5 años y la televisión es tan básica como la leche, golosinas y juguetes.  Pues en este pueblo olvidado de Dios, los canales de televisión no eran mas de 5, con horarios limitados y eso imposibilitaba disfrutar de este medio como hoy en día lo hacen las nuevas generaciones.

Construyendo Memorias

Anuncio

Llegó un domingo de enero de 1984 y por alguna razón es un día importante ya que mi padre nos alista para salir a comer (cosa rara ya que los domingos siempre eran de estar en casa) e ir a un restaurante.

Ya estamos en un restaurante, mucha gente está viendo la T.V., pero como todo buen niño, si no eran caricaturas, no era importante. La gente gritaba y estaba metida en lo que veía en el televisor. Teníamos ya algo de tiempo en el restaurante cuando al unísono se escuchan muestras de desapruebo por lo sucedido con el televisor, se ha ido la luz en el pueblo.

Comienza el Camino al 1er. Super Bowl

Mi padre suele ser muy básico en cuanto a los deportes: los practicas, los ves y se vuelven religión en algún punto. Ahora verán el porqué.

Mi papá ha pagado la cuenta y de la nada, nos ha vuelto a subir en el auto; esta pensando. Tomamos carretera y después de varios minutos mi madre baja del auto, algo le dice a mi padre y continuamos, repitiendo esta acción un par de veces más hasta que por fin hemos llegado a otro restaurante y bajamos.

Anuncio

Pedimos otra vez de comer y nuevamente hay gente que no deja de ver y comentar sobre lo que sucede en el televisor. Pasado algo de tiempo, nuevamente se oye el malestar de la gente y reclamos. Se percibe el enojo de la gente: el dueño del lugar ha cambiado el canal para ver “Siempre en Domingo”.

Enojado mi padre, paga y de nuevo ya estamos en el auto viajando hacia otro destino. Mi hermana mayor pregunta por qué es que no vamos a casa y mi padre responde “no están pasando el Super Bowl en la casa…”. EL camino parece interminable y el sueño nos ha vencido a mi hermana y a mí.

Mi madre nos despierta y poco a poco mi hermana y yo despertamos, evidentemente no tenemos idea de donde estamos, pero sabemos que en ese lugar no hemos estado. El instinto nos hace preguntar sobre donde estamos y al escuchar el nombre del pueblo, mi hermana sorprendida me dice que hemos viajado casi una hora y estamos en el pueblo más cercano al nuestro. Entramos al lugar.

En mi mente la puerta del lugar es como las cantinas que he visto en mis caricaturas del viejo oeste y se escucha el ruido hasta la entrada. Si señores, estamos en una cantina que, por ese día, es un restaurante familiar.

Mi Equipo… mi Ídolo

Mi madre ha encontrado una mesa cerca del televisor y nuevamente mi padre nos dice que pidamos algo de comer. Mi hermana le dice que está satisfecha y el resto de la familia coincide en ello; sin embargo, mi padre nos incita a pedir, aunque sea un postre, el “chiste es consumir para que nos dejen ver el juego”.

Anuncio

No tenemos ni 5 minutos dentro del lugar y porque así estaba destinado a que sucediera, mi vista estaba puesta en la televisión. No entiendo el juego, pero mi mente es absorbida por quien sería mi primer ídolo del deporte.

Es justo en ese momento que veo al “32” del equipo de negro y plata que va corriendo con la bola, choca de frente con una muralla de jugadores de ambos equipos y pareciera que no va a poder avanzar más, cuando de la nada gira 180 grados y cambia de dirección hacia el sentido hacia el otro lado y elude rivales como si fuera sencillo. Este “32” está robando mi atención, hace regates y no deja de mover las piernas, sigue corriendo mientras en la cantina la gente comienza a levantarse de sus lugares e instintivamente yo también lo estoy haciendo.

La gente va elevando su emoción y los gritos de “corre… corre…” no dejan de escucharse. El “32” corre como nunca nadie antes había corrido frente a mis ojos: elegante, con fuerza, jamás voltea hacia atrás porque tiene su objetivo de frente, con mucha decisión de llegar al otro lado y no ser detenido. La gente ve que nadie va a alcanzarlo y estalla el lugar en júbilo: ¡Touch down!

Me sorprendo a mí mismo maravillado y gritándole al “32” (no tengo ni parda idea de quien sea o como se llama) pero en mi sistema ya existe un amor por alguien y por un equipo: a partir de ese momento Marcus Allen, el numero 32, es mi ídolo y mis colores son de Los Angeles Raiders.

Ese domingo 22 de enero de 1984 no solo fue mi 1er. Súper Bowl, sino que marcó mi vida y tatuó el escudo de Raiders en mi corazón. Ese día también comenzó la tradición mas linda de mi vida: cada año la familia se reúne en mi casa y sin importar que equipos, vemos el “super domingo”. Hoy, sigo construyendo memorias con mi familia, esposa e hijos.

Anuncio
Continuar leyendo

Anécdotas de barrio

Aficionado o Fanático: El Netas que Todos Tenemos

Publicado

en

Imagen creada con ChatGPT©

Hablemos de las porras. Cuando hablamos de las porras, estamos hablando de un elemento central de cualquier deporte sin la cual, no podríamos imaginarlo. Son el motivo de pasión, éxtasis, decepción, tristeza y un sinfín de emociones que transmiten en cantos, saltos y colorido.

Las porras nacen de esa afinidad que la gente va adquiriendo hacia un equipo por diferentes situaciones; puede ser que sea por herencia, moda o no lo sepan con exactitud, pero en su corazón lo sienten.

Ahora existen los aficionados y los fanáticos, pero ¿cuál es la diferencia entre estos? Bueno conozcamos al Netas de mi vida y deduzcamos la diferencia.

El “Netas”

Cuenta la leyenda que un día de vísperas de Navidad, mi esposa y sus amigas decidieron reunirse y tuvieron a mal, incluir a sus parejas. Y ahí estábamos todos vestidos de pipa y guante, muriendo de hambre porque no había llegado una pareja ya que habían ido a la semifinal América – Pumas y era de mala educación empezar sin ellos.

Anuncio

Por fin llegaron y ante la sorpresa de todos, el Netas llegó con su flamante pants deportivo de temporada de sus gloriosas águilas. Obvio que todos pensamos lo mismo, pero nos limitamos a hacerle más caso al hambre que nos apremiaba y nos dispusimos a cenar.

La vestimenta fuera de lugar de nuestro protagonista no fue lo peor, sino que llegó con muchos grados de alcohol arriba de lo medianamente sensato y se denotaba en la cara de pena y vergüenza de su pareja. Como podrán deducir, no era el tipo más agradable con el que se puede entablar una conversación decente, sea o no de futbol. Y ahí fue donde cometió un error más al creer que yo podría querer intercambiar algún tipo de conversación con él.

Decidió que la mejor forma de iniciar una conversación deportiva conmigo era gritándome burlonamente y en tono castrante: “¡Neta! ¿es Neta? Es Neta que le vas al Cruz Azul…” y tras varios minutos de esta única y brillante frase, colmó mi paciencia y digamos que no terminó en tono amistoso ese momento.

Su pareja avergonzada, se levantó conteniendo el llanto y la vergüenza por lo que se alejó de la mesa para evitar la escena. Ahí el Netas escuchó un monólogo de mi parte respecto a lo nefasto de su persona y el poco respeto para el resto de los presentes, más allá de su poco conocimiento y validez de su persona para intercambiar opiniones futbolísticas racionales conmigo.

El Netas hizo lo más caballeroso que un Netas puede hacer: se levantó, no se despidió, se fue dejando en el baño a su pareja y nos dejó una cuenta excesiva de perlas negras que solo él se tomó y que el resto tuvimos que pagar.

Anuncio

Ahora que tienes una imagen del genotipo del Netas que hay en mi mundo y que, en el mundo deportivo de cualquier amante al deporte, siempre existe uno, sabes a lo que me refiero con el sobrenombre de “el Netas”. Ese que en su vida practicó un deporte, pero que se cree con el suficiente conocimiento -adquirido muchas veces de su comentarista deportivo de la TV favorito- como para dar cátedra y creerse una eminencia sin igual y que lo pone por encima de los demás.

Radiografía del Netas

El Netas es ese clásico individuo que respira, come, sueña y vive solo para su equipo. No importa nada más que gritarle al mundo que el equipo de sus amores es el mejor, el “más grande” y que todo aquello que se haga bajo la bandera de los colores que él idolatra, está completamente justificado y tiene todo sentido. Aquel que no coincida con ese pensamiento, habrá que convertirlo como si se tratara de algún grupo radical y hacer que piense de la misma forma porque de lo contrario, no sabe de futbol.

Muchas veces, ese Netas que conoces, suele hacer cosas un tanto irreconocibles, raras o muy poco socialmente adecuadas o permitidas. La mayor parte del tiempo, este tipo de personajes deja de lado a los amigos, trabajo, compromisos sociales y ya los muy enfermos, incluso deja de lado a la pareja e hijos.

Al llegar el lunes tras un fin de semana deportivo, el estado de ánimo del Netas, será igualmente proporcional al resultado que su equipo haya obtenido. Si ganó su equipo, camina pavoneándose y orgulloso, la vida le sonríe y su vida es envidiable. Si ganaron algún partido al rival odiado, la vida es justa y podrá burlarse encarecidamente de sus conocidos a los que vencieron. Si por el contrario perdieron, el estado de ánimo del Netas será depresivo, intolerante y si, lo que imaginan, si pierden contra el rival odiado, muchas veces lloran y se vuelven violentos.

¿Ya identificaste al Netas de tu grupo de amigos?

Anuncio

El Netas: Aficionado o Fanático

Veamos, algo que olvidé mencionar es que nuestro protagonista tiene un altar en la entrada de su casa. Sí, por inverosímil que se lea, ¡un altar! Este consta de una mesa dedicada única y exclusivamente para rezarle a la virgencita cada vez que los de Coapa van a jugar. Obvio tiene la playera de temporada del “Ame”, un balón, bandera, un rosario, agua bendita, un santo con la playera del equipo y un mechón de cabello de cada uno de sus hijos… ¿Aficionado o fanático?

Y algunos podrán decir que eso es cosa de cada uno y sí, tienen razón. En su casa cada uno tiene derecho de hacer y deshacer, pero ¿Qué pasa cuando ser “americanista o fanático de tu equipo” se vuelve una obsesión enfermiza que trasgrede a terceros, les incomoda e incluso pueden llegar a ser violentados física y verbalmente?

El Netas sólo es un ejemplo de muchos fanáticos, de diferentes equipos y países, que no saben que lo son y si lo saben, no hay manera alguna de razonar con ellos. Y ¿cuál es el punto de todo esto? El punto es que el fanatismo en los estadios o fuera de estos son los que están destruyendo el futbol y a los deportes en general cuando la violencia física y la muerte aparecen convirtiendo un día de entretenimiento en desgracia.

El fanático no se detiene a razonar, si paga un boleto de estadio le da derecho de insultar, agredir, arrojar objetos y lastimar porque nada ni nadie está por encima de la ceguera pasional que siente por su equipo. Son estos desquiciados los que arrojan bengalas, petardos, hielos y cualquier objeto que lastime a quien sea con tal de demostrar que desde la cobardía del anonimato su equipo es lo único que debe de imperar.

Anuncio

Son el cáncer que ha alejado a los niños y las familias de los estadios porque el verdadero aficionado va a disfrutar de un evento y cuando éste siente que los suyos están en peligro, mejor se queda en su casa y evita exponerse a que posiblemente la muerte les alcance.

Los ciegos fanáticos como el Netas son esos entes malignos que deberían erradicarse definitivamente del futbol y de todo deporte ya que lo único que hacen es destruir el espíritu deportivo, tergiversan el origen y sentido primario y quieren que lo único que prevalezca sea que su equipo es lo único y si deben recurrir a la violencia lo harán.

Ojalá y estos Netas lleguen a comprender que el deporte al final del día es solo un juego, cuya principal función debería ser la de entretener, invitarte a practicarlo y crear un vínculo que pueda perdurar en cada aficionado como bellas memorias atesorables de momentos que te distrajeron por un instante de la realidad.

Espero que con el tiempo cada vez haya más aficionados que revivan la esencia de todos los deportes y que éstos fanáticos ciegos solo hayan sido una terrible pesadilla que desapareció cuando la luz nos iluminó. y el deporte volvió a ser eso: un bello juego.

Anuncio
Continuar leyendo

Anécdotas de barrio

El “Don”: El Crack Escondido en el Futbol de Barrio

Publicado

en

Imagen creada en ChatGPT©

Ah, el futbol de barrio, ese universo mágico que solo quienes han jugado en canchas empedradas pueden comprender. En cada esquina del barrio hay una historia que contar, pero hay una que siempre saca una sonrisa: la del “Don”.

El “Don” es ese jugador que, aunque ya no corre como gacela y no tiene la agilidad de los más jóvenes, posee una técnica envidiable. Sus pies parecen tener memoria, como si en algún rincón de su corazón aún guardara recuerdos de aquellos días en los que era el rey del balón.

Una de las cosas que más me encantan del futbol de barrio son las anécdotas que se forjan en cada partido. Imagínate, la cancha empedrada, donde tus tobillos amenazan con romperse y el árbitro, sí, ese árbitro que parece haber dejado de ver sus zapatos desde hace años, sopesa cada falta como si se jugara la final de la Copa del Mundo. Allí, donde las groserías vuelan como golpes perdidos, una jugada mágica de ese jugador mayor deja a todos boquiabiertos. Y en cuestión de segundos, ya no es el señor mayor, es el crack.

El futbol de barrio no solo se juega en la cancha. Alrededor de ella, hay un ambiente que parece sacado de una película. Los señores con sus triciclos, vendiendo pan y café, mientras que otros se detienen en la tiendita a comprar unas caguamas y unas papitas fritas con chilito y salsa, sabores que son parte del ritual y hacen que la vida sea más sabrosa.

Mi Primer Encuentro con el “Don”: Una Lección en el Futbol de Barrio

Anuncio

Tenía 12 años cuando di mis primeros pasos en el mágico mundo del futbol de barrio. Tepito se convirtió en mi hogar temporal, un lugar lleno de historias y de personajes dignos de una película. Fue ahí, gracias a mis primos, que mi viejo finalmente se animó a dejarme jugar con ellos, a pesar de que todos rebasaban los 19 años. Imagínate, un niño pequeño entre gigantes —bueno, al menos en mi cabeza.

Un día, jugamos en la Magdalena Mixuca. La emoción burbujeaba en el aire; el olor a tacos recién hechos y el bullicio de la gente se mezclaban con el eco de los autos de la avenida. En ese escenario, conocí a mi primer “Don”, un personaje que, sin saberlo aún, iba a marcarme para siempre en el futbol y en la vida.

Íbamos goleando a nuestro rival y ahí estaba yo, envuelto en mi ignorancia adolescente y atrevimiento. Empecé a gambetear con aires de grandeza, moviéndome como si estuviera en un comercial de videojuegos. Pero todo tiene su precio, y el “Don”, con un aire de sabiduría, se me acercó de inmediato. Con un tono que mezclaba amistad y advertencia, me dijo que no me burlara de ellos de esa forma. Pero yo, sintiéndome respaldado por la fuerza de mis primos, lo ignoré, como si él no tuviera voz en este juego.

Fue ahí cuando llegó el momento que me haría tragar mi orgullo. En un intento desafiante, decidí hacerle un túnel al “Don” y correr directo a la portería. Pero mi soberbia era tal que no me conformé con eso. Mirando por encima del hombro, me animé a hacerle otro túnel, como si le estuviera diciendo: “¡Mira lo que puedo hacer! Aquí mando yo”.

Sin embargo, el “Don” tenía un as bajo la manga. Cuando intenté hacerme un autopase para seguir burlándolo, ¡bam! Dejó su pierna plantada y doblando su rodilla, con una técnica que solo se aprende en las canchas de barrio, me aplicó la clásica “dormilona”. Caí de sopetón al querer dar ese siguiente paso, mi pierna no respondió. Estaba tendido sobre la tierra todo atónito.

Mis primos que eran mis defensores acérrimos corrieron hacia el “Don” listos para armar la bronca. Pero en medio del alboroto, mi tío, que siempre había sido la voz de la razón, se acercó y calmó todo. En ese momento, escuché la voz del “Don”, profunda y llena de vida, decirme: “Jamás humilles y te burles de tu rival. En unos días estarás como si nada. Otro te hubiera reventado la pierna, pero yo solo te estoy enseñando a respetar a tu rival”.

Anuncio

Así fue como tuve mi primer encuentro cercano con el “Don” de barrio. Fue más que una caída; fue una lección grabada en mi memoria. En aquel instante, me di cuenta de que el futbol de barrio es un lugar de respeto, un terreno donde la humildad se tiene que ganar en cada jugada. Aprendí que detrás de cada jugador, sin importar su apariencia o edad, hay historias que nos enseñan a ser mejores en la cancha y en la vida. Y así, con el orgullo raspado y un nuevo respeto por el juego, intenté jugar cada partido. ¡Larga vida al “Don”!

Ha llegado la hora del intercambio de anécdotas, dinos como era el “Don” de tu equipo o si alguno te dio una lección. Saca del baúl de tus memorias la mejor de ellas relacionadas con un “Don”, reparte cátedra como todo un “Don” y dinos si alguna vez le darías una lección a alguien en el mejor de los sentidos… eso sí, ¡fair play en todo momento… los leo!

Continuar leyendo

Popular